lunes, 12 de marzo de 2012

Via crucis (B)

VIA CRUCIS
textos de san Josemaría Escriva en la homilía 
“la muerte de Cristo vida del cristiano” (Viernes Santo 15.IV.1960)”

Consideración introductoria:

 El Via crucis “nos ofrece, una vez más, la ocasión de considerar -de revivir- los momentos en los que se consuma la vida de Jesús hacia la Resurrección, que es el fundamento de nuestra fe, como escribe San Pablo (cf 1Cor 15, 14). No recorramos, sin embargo, demasiado deprisa ese camino. Para acompañar a Cristo en su gloria, al final de la Semana Santa, es necesario que penetremos antes en su holocausto, y que nos sintamos una sola cosa con El, muerto sobre el Calvario”.

1ª estación
Jesús en el huerto de Getsemaní.
L/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, en el que entró él con sus discípulos. Judas, el que le había de entregar, conocía el lugar, porque Jesús se reunía frecuentemente allí con sus discípulos. Entonces Judas, tomando la cohorte y los servidores de los pontífices y de los fariseos, vino allí con linternas, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que le iba a ocurrir, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis? Le respondieron: A Jesús el Nazareno. Jesús les contestó: Yo soy (Jn 18, 1-5).

Algunos “tienden a imaginar que, para poder ser humanos, hay que poner en sordina algunos aspectos centrales del dogma cristiano, y actúan como si la vida de oración, el trato continuo con Dios, constituyeran una huida ante las propias responsabilidades y un abandono del mundo. Olvidan que, precisamente Jesús, nos ha dado a conocer hasta qué extremo deben llevarse el amor y el servicio”.

L/. ¡Señor, pequé!
R/. Tened piedad y misericordia de mí.

2ª estación
Jesús, traicionado por Judas, es arrestado.
L/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre? Al ver los que estaban a su alrededor lo que iba a suceder, dijeron: Señor, ¿herimos con la espada? Y uno de ellos hirió al criado del Sumo Sacerdote y le cortó la oreja derecha. Pero Jesús respondiendo dijo: Dejad, basta ya; y tocándole la oreja, lo curó.
Dijo después Jesús a los que habían venido contra él, sumos sacerdotes, oficiales del Templo y ancianos: ¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y garrotes? Mientras estaba con vosotros todos los días en el Templo, no alzasteis las manos contra mí. Pero ésta es vuestra hora y el poder de las tinieblas.
Entonces le prendieron, se lo llevaron y lo metieron en casa del Sumo Sacerdote. Pedro le seguía de lejos (Lc 22, 48-53).

“Un himno maravilloso: el Crux fidelis. En ese himno se nos invita a cantar y a celebrar el glorioso combate del Señor, el trofeo de la Cruz, el preclaro triunfo de Cristo: el Redentor del Universo, al ser inmolado, vence. Dios, dueño de todo lo creado, no afirma su presencia con la fuerza de las armas, y ni siquiera con el poder temporal de los suyos, sino con la grandeza de su amor infinito”.
L/. ¡Señor, pequé!
R/. Tened piedad y misericordia de mí.

3ª estación
Jesús es condenado por el Sanedrín.
L/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Al hacerse de día se reunieron los ancianos del pueblo, los príncipes de los sacerdotes y los escribas, y le condujeron al Sanedrín, diciéndole: Si tú eres el Cristo, dínoslo. Y les contestó: Si os lo digo, no creeréis; y si hago una pregunta, no me responderéis. No obstante, desde ahora estará el Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios.
Entonces dijeron todos: Luego ¿tú eres el Hijo de Dios? Les respondió: Vosotros lo decís: yo soy. Pero ellos dijeron: ¡Qué necesidad tenemos ya de testimonio! Nosotros mismos lo hemos oído de su boca (Lc 22, 66-71).

El Via crucis “no puede reducirse a un mero recuerdo, ya que es la consideración del misterio de Jesucristo, que se prolonga en nuestras almas; el cristiano está obligado a ser otro Cristo, el mismo Cristo. Todos, por el Bautismo, hemos sido constituidos sacerdotes de nuestra propia existencia, para ofrecer víctimas espirituales, que sean agradables a Dios por Jesucristo (1Pet 2, 5), para realizar cada una de nuestras acciones en espíritu de obediencia a la voluntad de Dios, perpetuando así la misión del Dios-Hombre”.

L/. ¡Señor, pequé!
R/. Tened piedad y misericordia de mí.

4ª estación  
Jesús es negado por Pedro.
L/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Habían encendido fuego en medio del atrio y estaban sentados alrededor. Pedro estaba sentado en medio de ellos. Una criada, al verlo sentado a la lumbre, fijándose en él dijo: También éste estaba con él. Pero él lo negó, y dijo: No lo conozco, mujer. Al poco tiempo viéndolo otro dijo: Tú también eres de ellos. Pero Pedro replicó: Hombre, no lo soy. Y pasada como una hora, otro aseguró: Cierto, éste estaba con él, pues también es galileo. Y dijo Pedro: No sé, hombre, lo que dices. Y al instante, estando todavía hablando, cantó un gallo. El Señor se volvió y miró a Pedro. Y recordó Pedro las palabras que el Señor le había dicho: Antes que el gallo cante hoy, me habrás negado tres veces. Salió fuera y lloró amargamente (Lc 22, 55-62).

“Seguir a Cristo no significa refugiarse en el templo, encogiéndose de hombros ante el desarrollo de la sociedad, ante los aciertos o las aberraciones de los hombres y de los pueblos. La fe cristiana, al contrario, nos lleva a ver el mundo como creación del Señor, a apreciar, por tanto, todo lo noble y todo lo bello, a reconocer la dignidad de cada persona, hecha a imagen de Dios, y a admirar ese don especialísimo de la libertad, por la que somos dueños de nuestros propios actos y podemos -con la gracia del Cielo- construir nuestro destino eterno”.

L/. ¡Señor, pequé!
R/. Tened piedad y misericordia de mí.

5ª estación  
Jesús es juzgado por Pilatos.
L/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Se levantó toda la multitud y llevaron a Jesús ante Pilatos. Entonces empezaron a acusarle diciendo: Hemos encontrado a éste soliviantando a nuestra gente y prohibiendo dar tributo al César; y dice que él es Cristo Rey. Pilatos le preguntó: ¿Tú eres el Rey de los Judíos? Él le respondió: Tú lo dices.
Dijo Pilatos a los sumos sacerdotes y a la muchedumbre: No encuentro ningún delito en este hombre. Pero ellos insistían diciendo: Subleva al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea, hasta aquí (Lc 23, 1-5)

“Sería empequeñecer la fe, reducirla a una ideología terrena, enarbolando un estandarte político-religioso para condenar, no se sabe en nombre de qué investidura divina, a los que no piensan del mismo modo en problemas que son, por su propia naturaleza, susceptibles de recibir numerosas y diversas soluciones”.

L/. ¡Señor, pequé!
R/. Tened piedad y misericordia de mí.

6ª estación  
Jesús es flagelado y coronado de espinas.
L/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Entonces gritaron de nuevo: A éste no, a Barrabás. Barrabás era un ladrón. Entonces Pilatos tomó a Jesús y mandó que lo azotaran. Y los soldados, tejiendo una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y lo vistieron con un manto de púrpura. Y se acercaban a él y le decían: Salve, Rey de los judíos. Y le daban bofetadas.
Pilatos salió de nuevo fuera y les dijo: He aquí que os lo saco fuera para que sepáis que no encuentro en él culpa alguna. Jesús, pues, salió fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilatos les dijo: He aquí al hombre. (Jn 18, 40-19, 3)

“La entrega generosa de Cristo se enfrenta con el pecado, esa realidad dura de aceptar, pero innegable. No es fácil considerar la perversión que el pecado supone, y comprender todo lo que nos dice la fe. Y el hombre ofende a Dios: la criatura reniega de su Creador”.

L/. ¡Señor, pequé!
R/. Tened piedad y misericordia de mí.

7ª estación  
Jesús es cargado con la cruz.
L/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Era la Parasceve de la Pascua, hacia la hora sexta, y dijo a los judíos: He ahí a vuestro Rey. Pero ellos gritaron: Fuera, fuera, crucifícalo. Pilatos les dijo: ¿A vuestro Rey voy a crucificar? Los pontífices respondieron: No tenemos más rey que el César. Entonces se lo entregó para que fuera crucificado.
Tomaron, pues, a Jesús; y él, con la cruz a cuestas, salió hacia el lugar llamado de la Calavera, en hebreo Gólgota, donde le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y en el centro Jesús (Jn 19, 14-18).

“No destruye el Señor la libertad del hombre: precisamente Él nos ha hecho libres. Por eso no quiere respuestas forzadas, quiere decisiones que salgan de la intimidad del corazón… El cristiano es sal y luz del mundo no porque venza o triunfe, sino porque da testimonio del amor de Dios”.

L/. ¡Señor, pequé!
R/. Tened piedad y misericordia de mí.

8ª estación
Jesús es ayudado por el cirineo a llevar la cruz.
L/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Cuando le llevaban echaron mano de un tal Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús (Lc 23, 26).

“Ser cristiano no es algo accidental, es una divina realidad que se inserta en las entrañas de nuestra vida, dándonos una visión limpia y una voluntad decidida para actuar como quiere Dios. Ser cristiano es actuar sin pensar en las pequeñas metas del prestigio o de la ambición, ni en finalidades que pueden parecer más nobles, como la filantropía o la compasión ante las desgracias ajenas: es discurrir hacia el término último y radical del amor que Jesucristo ha manifestado al morir por nosotros”.

L/. ¡Señor, pequé!
R/. Tened piedad y misericordia de mí.

9ª estación
Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén.
L/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Le seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres, que lloraban y se lamentaban por él. Jesús, volviéndose a ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad más bien por vosotras mismas y por vuestros hijos, porque he aquí que vienen días en que se dirá: dichosas las estériles y los vientres que no engendraron y los pechos que no amamantaron. Entonces comenzarán a decir a los montes: caed sobre nosotras; y a los collados: sepultadnos; porque si en el leño verde hacen esto, ¿que se hará en el seco? (Lc 23, 27-30)

“Se dan, a veces, algunas actitudes, que son producto de no saber penetrar en ese misterio de Jesús. Por ejemplo, la mentalidad de quienes ven el cristianismo como un conjunto de prácticas o actos de piedad, sin percibir su relación con las situaciones de la vida corriente, con la urgencia de atender a las necesidades de los demás y de esforzarse por remediar las injusticias.
Diría que quien tiene esa mentalidad no ha comprendido todavía lo que significa que el Hijo de Dios se haya encarnado, que haya tomado cuerpo, alma y voz de hombre, que haya participado en nuestro destino hasta experimentar el desgarramiento supremo de la muerte”.

L/. ¡Señor, pequé!
R/. Tened piedad y misericordia de mí.

10ª estación
Jesús es crucificado.
L/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Llevaban también con él a dos malhechores para matarlos. Cuando llegaron al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí a él y a los ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda. Y Jesús decía: Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen Y se repartieron sus vestidos echando suertes.
El pueblo estaba mirando, y los jefes se burlaban de él y decían: Ha salvado a otros, que se salve a sí mismo, si él es el Cristo de Dios, el elegido (Lc 23, 32.35).

“Meditemos en el Señor herido de pies a cabeza por amor nuestro. Con frase que se acerca a la realidad, aunque no acaba de decirlo todo, podemos repetir con un autor de hace siglos: El cuerpo de Jesús es un retablo de dolores. A la vista de Cristo hecho un guiñapo, convertido en un cuerpo inerte bajado de la Cruz y confiado a su Madre; a la vista de ese Jesús destrozado, se podría concluir que esa escena es la muestra más clara de una derrota. ¿Donde están las masas que lo seguían, y el Reino cuyo advenimiento anunciaba? Sin embargo, no es derrota, es victoria: ahora se encuentra más cerca que nunca del momento de la Resurrección, de la manifestación de la gloria que ha conquistado con su obediencia”.

L/. ¡Señor, pequé!
R/. Tened piedad y misericordia de mí.

11ª estación  
Jesús promete su reino al buen ladrón.
L/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Uno de los ladrones crucificados le injuriaba diciendo: ¿No eres tú el Cristo? Sálvate a ti mismo y a nosotros. Pero el otro le reprendía: ¿Ni siquiera tú que estás en el mismo suplicio temes a Dios? Nosotros, en verdad, estamos merecidamente, pues recibimos lo debido por lo que hemos hecho; pero éste no hizo mal alguno. Y decía: Jesús, acuérdate de mí, cuando llegues a tu Reino. Y le respondió: En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso.
Era ya alrededor de la hora sexta, y las tinieblas cubrieron toda la tierra hasta la hora nona (Lc 23, 39-44).

“Ahora, situados ante ese momento del Calvario, cuando Jesús ya ha muerto y no se ha manifestado todavía la gloria de su triunfo, es una buena ocasión para examinar nuestros deseos de vida cristiana, de santidad; para reaccionar con un acto de fe ante nuestras debilidades, y confiando en el poder de Dios, hacer el propósito de poner amor en las cosas de nuestra jornada. La experiencia del pecado debe conducirnos al dolor, a una decisión más madura y más honda de ser fieles, de identificarnos de veras con Cristo, de perseverar, cueste lo que cueste, en esa misión sacerdotal que El ha encomendado a todos sus discípulos sin excepción, que nos empuja a ser sal y luz del mundo (cf Mt. 5, 13-14)”.

L/. ¡Señor, pequé!
R/. Tened piedad y misericordia de mí.

12ª estación
Jesús en la cruz, su madre y el discípulo
L/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Estaban junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, dijo a su madre: Mujer, he ahí a tu hijo. Después dice al discípulo: He ahí a tu madre. Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa (Jn 19, 25-27).


“Conviene que profundicemos en lo que nos revela la muerte de Cristo, sin quedarnos en formas exteriores o en frases estereotipadas. Es necesario que nos metamos de verdad en las escenas que revivimos durante estos días: el dolor de Jesús, las lágrimas de su Madre, la huida de los discípulos, la valentía de las santas mujeres, la audacia de José y de Nicodemo, que piden a Pilatos el cuerpo del Señor.
Acerquémonos, en suma, a Jesús muerto, a esa Cruz que se recorta sobre la cumbre del Gólgota. Pero acerquémonos con sinceridad, sabiendo encontrar ese recogimiento interior que es señal de madurez cristiana”.
L/. ¡Señor, pequé!
R/. Tened piedad y misericordia de mí.

13ª estación
Jesús muere en la cruz.
L/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Sabiendo Jesús que todo estaba ya consumado, para que se cumpliera la Escritura, dijo: Tengo sed. Había allí un vaso lleno de vinagre. Sujetaron una esponja empapada en el vinagre a una caña de hisopo y se la acercaron a la boca. Jesús, cuando probó el vinagre, dijo: Todo está consumado. E inclinando la cabeza entregó el espíritu (Jn 19, 28-30).

“Hace ya muchos años vi un cuadro que se grabó profundamente en mi interior. Representaba la Cruz de Cristo y, junto al madero, tres ángeles: uno lloraba con desconsuelo; otro tenía un clavo en la mano, como para convencerse de que aquello era verdad: el tercero estaba recogido en oración. Un programa siempre actual para cada uno de nosotros: llorar, creer y orar.
Ante la Cruz, dolor de nuestros pecados, de los pecados de la humanidad, que llevaron a Jesús a la muerte; fe, para adentrarnos en esa verdad sublime que sobrepasa todo entendimiento y para maravillarnos ante el amor de Dios; oración, para que la vida y la muerte de Cristo sean el modelo y el estímulo de nuestra vida y de nuestra entrega. Sólo así nos llamaremos vencedores: porque Cristo resucitado vencerá en nosotros, y la muerte se transformará en vida”.

L/. ¡Señor, pequé!
R/. Tened piedad y misericordia de mí.

14ª estación
Jesús es colocado en el sepulcro.
L/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque ocultamente por temor a los judíos, rogó a Pilatos que le dejara retirar el cuerpo de Jesús. Y Pilatos se lo permitió. Vino, pues, y retiró su cuerpo.
Nicodemo, el que había ido antes a Jesús de noche, vino también trayendo una mezcla de mirra y áloe, como de cien libras. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos, con los aromas, como es costumbre dar sepultura entre los judíos.
En el lugar donde fue crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo en el que todavía no había sido sepultado nadie. Como era la Parasceve de los judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús (Jn 19, 38-42).

“Pensar en la muerte de Cristo se traduce en una invitación a situarnos con absoluta sinceridad ante nuestro quehacer ordinario, a tomar en serio la fe que profesamos… ha de ser una ocasión de ahondar en la hondura del Amor de Dios, para poder así, con la palabra y con las obras, mostrarlo a los hombres”.

L/. ¡Señor, pequé!
R/. Tened piedad y misericordia de mí.

Consideración final:

          “Los sucesos divinos y humanos de la Pasión penetrarán… en el alma, como palabra que Dios nos dirige, para desvelar los secretos de nuestro corazón y revelarnos lo que espera de nuestras vidas.
Cristo muerto y resucitado “espera de nosotros, los cristianos, que vivamos de tal manera que quienes nos traten, por encima de nuestras propias miserias, errores y deficiencias, adviertan el eco del drama de amor del Calvario. Todo lo que tenemos lo hemos recibido de Dios, para ser sal que sazone, luz que lleve a los hombres la nueva alegre de que El es un Padre que ama sin medida”.

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