miércoles, 28 de marzo de 2012

En lo alto del Calvario


LOAS A LA CRUZ

            Cruz, descanso sabroso de mi vida,
Vos sois la bienvenida.
            ¡Oh bandera en cuyo amparo,
el más fuerte será fuerte!
¡Oh vida de nuestra muerte,
qué bien la has resucitado!
Al león has amansado,
pues por ti perdió la vida.
Vos seáis la bienvenida.
            Quien no os ama está cautivo
Y ajeno de libertad;
quien a vos quiere allegar
no tendrá en nada desvío.
¡Oh dichoso poderío,
donde el mal no halla cabida!
Vos seáis la bienvenida.
            Vos fuisteis la libertad
de nuestro gran cautiverio;
por vos se reparó mi mal
con tan costoso remedio.
Para con Dios fuiste medio
de alegría conseguida.
Vos seáis la bienvenida.



ANÓNIMO
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido;
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor; muéveme el verte
clavado en esa cruz y escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan herido;
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, al fin, tu amor y en tal manera
que, aunque no hubiera cielo yo te amara,
y, aunque no hubiera infierno te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera;
pues, aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

LA CRUZ

            En la cruz está la vida
y el consuelo,
y ella sola es el camino
para el cielo.
            En la cruz está el Señor
de cielo y tierra,
y el gozar de mucha paz,
aunque haya guerra,
todos los males destierra
en este suelo.
Y ella sola es el camino
para el cielo.
            De la cruz, dice la Esposa
a su Querido,
que es una palma preciosa
donde ha subido;
y su fruto le ha sabido
a Dios del cielo.
Y ella sola es el camino
para el cielo.
            
Es una oliva preciosa
la santa cruz,
que con su aceite nos unta
y nos da luz.
Toma, alma mía, la cruz
con gran consuelo.
Y ella sola es el camino
para el cielo.
            
El alma que a Dios está
toda rendida,
y muy de veras del mundo
desasida,
la cruz le es árbol de vida
y de consuelo.
Y un camino deleitoso
Para el cielo.
            
Después que se puso en cruz
el Salvador,
en la cruz está la gloria
y el honor,
y en padecer dolor,
vida y consuelo.
Y el camino más seguro
Para el cielo.

A JESUCRISTO CRUCIFICADO
Lope de Vega

¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno obscuras?

¡Oh cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¿Qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud, el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!

¡Cuántas veces el ángel me decía:
“¡alma, asómate agora a la ventana;
verás con cuánto amor llamar porfía!”

y ¡cuántas, hermosura soberana,
“mañana le abriremos”, respondía,
para lo mismo responder mañana!

CRISTO DE LA BUENA MUERTE
José María Pemán

            Por eso a tus pies postrado,
por tus dolores herido
de un dolor desconsolado;
ante tu imagen vencido
y ante tu cruz humillado,
            Siento unas ansias fogosas
de abrazarte y bendecirte,
y ante tus plantas piadosas,
quiero decirte mil cosas
que no sé cómo decirte…
            ¡Brazos rígidos y yertos
por tres garfios traspasados,
que aquí estáis, por mis pecados,
para recibirte, abiertos,
para esperarme, elevados!
            ¡Cuerpo llagado de amores!,
yo te adoro y yo te sigo:
yo, Señor de los señores,
quiero partir tus dolores
subiendo a la cruz contigo.
            Quiero en la vida seguirte
y por sus caminos irte
alabando y bendiciendo,
y bendecirte sufriendo,
y muriendo, bendecirte.
            A ofrecerte, Señor, vengo
mi ser, mi vida, mi amor,
mi alegría, mi dolor;
cuanto puedo y cuanto tengo;
cuanto me has dado, Señor.
            Y a cambio de este alma llena
de amor que vengo a ofrecerte,
dame una vida serena
y una muerte santa y buena,
¡Cristo de la Buena Muerte!

HIMNO DE LA HORA INTERMEDIA

Pastor, que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño,
tú me hiciste cayado de este leño
en que tiendes los brazos poderosos.

Vuelve los ojos a mi fe piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguir empeño
tus dulces silbos y tus pies hermosos.

Oye, Pastor, que por amores mueres,
no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres.

Espera, pues, y escucha mis cuidados.
Pero ¿cómo te digo que me esperes,
si estás, para esperar, los pies clavados?


STABAT MATER
Fray Jacopone de Todi (+1306)

La Madre piadosa estaba
junto a la cruz, y lloraba
mientras el Hijo pendía;
cuya alma triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.

¿Y cuál hombre no llorara
si a la Madre contemplara
de Cristo en tanto dolor?
¿Y quién no se entristeciera,
Madre piadosa, si os viera
sujeta a tanto rigor?

Por los pecados del mundo,
vio a Jesús en tan profundo
tormento la dulce Madre.
Vio morir al Hijo amado
que rindió desamparado
el espíritu a su Padre.

¡Oh dulce fuente de amor!,
hazme sentir tu dolor
para que llore contigo.
Y que, por mi Cristo amado,
mi corazón abrasado
más viva en él que conmigo.

Y, porque a amarle me anime,
en mi corazón imprime
las llagas que tuvo en sí.
Y de tu Hijo, Señora,
divide conmigo ahora
las que padeció por mí.

Hazme contigo llorar
y de veras lastimar
de sus penas mientras vivo;
porque acompañar deseo
en la cruz, donde le veo,
tu corazón compasivo.

Haz que su cruz me enamore
y que en ella viva y more
de mi fe y amor indicio;
porque me inflame y encienda,
y contigo me defienda
en el día del juicio.

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