Con textos de la
Encíclica ecuménica “Que todos sean uno”
(Ut omnes unum sint) de
Juan Pablo II (mayo de1995).
Dios
Padre nuestro, te suplicamos por la unidad de los cristianos, que tiene su
fuente divina en la unidad de vuestra Trinidad de Personas.
Espíritu
Santo, que todos los cristianos entendamos que la oración de Cristo “ut
omnes unum sint” habla tanto al Oriente como al Occidente y es un
imperativo que nos exige abandonar las divisiones para buscar y reencontrar la
unidad.
Espíritu
Santo, ayúdanos a entender que la comunión de las
iglesias es designio de Dios, no algo accesorio, mero apéndice, un hecho
facultativo o de oportunidad.
Espíritu
Santo, haznos ver claro que la división de los cristianos es grave obstáculo para
el anuncio del Evangelio y que comprendamos que fuera de la comunidad católica no existe el
vacío eclesial, sino que hay muchos elementos que son medios de salvación y
dones de gracia.
Espíritu
Santo, enséñanos a considerarnos, no enemigos o extraños, sino hermanos y así el
mundo crea. Y que sepamos evitar las actitudes antitestimonio que escandalizan
en la vida de un creyente, tanto si es de la Iglesia Católica, como si
pertenece a las Iglesias de Oriente o a las comunidades cristianas de
Occidente.
Que todos los fieles bautizados, laicos
y clérigos, nos libremos de las ataduras que nos mantienen esclavos de un confesionalismo lleno a veces
de prejuicios, cerrado y excluyente. Que nadie desconfíe de los que no
pertenecen a la propia confesión, ni niegue identidad cristiana a los
bautizados de otras confesiones cristianas. Y que queramos no olvidar la historia
ni desfallezcamos en las pruebas que
hemos de pasar camino de la unidad deseada por Cristo mismo.
María,
Madre de la Iglesia y Madre nuestra, intercede para que el Espíritu Santo nos
conceda humildad para superar las incomprensiones ancestrales, malentendidos y
prejuicios, inercias o indiferencias y sepamos reconocer la responsabilidad en
la ruptura de la unidad.
Escucha,
Padre Santo, lo que te pedimos con fe y con la profunda convicción de obedecer
a tu Hijo Jesucristo y que el Espíritu Santo no ayude a ir rompiendo esas cadenas invisibles que nos
mantienen en tantas ocasiones esclavos de prejuicios y sin voluntad para poner
de nuestra parte lo que Tú mismo nos pides. Por Jesucristo.
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