del 18 al 25 de enero
Con textos de la Enc. Ut unum sint de Juan Pablo II, mayo 1995.
Consideración inicial para cada día
La unidad es voluntad de Dios. Por esto Dios envió a su Hijo. La víspera del sacrificio de la Cruz, Jesús mismo ruega al Padre por sus discípulos y por todos los que creerían en Él, para que sean una sola cosa, una comunión viviente (n. 6).
Jesús mismo antes de su Pasión
rogó al Padre para “que todos sean uno” (Jn 17,21). La oración de Cristo, nuestro
único Señor, Redentor y Maestro, habla a todos del mismo modo, tanto al Oriente
como al Occidente. Esa oración es un imperativo que nos exige abandonar las
divisiones para buscar y reencontrar la unidad (n. 65).
Es un preciso deber del Obispo de
Roma, como sucesor del apóstol Pedro. Yo lo llevo a cabo con la profunda
convicción de estar obedeciendo al Señor. Pido encarecidamente que participen
los fieles de la Iglesia y todos los cristianos. Junto conmigo, rueguen todos
por esta conversión (n. 4).
Consideración final para cada día
La Iglesia pide al Espíritu la gracia de reforzar su propia unidad y de hacerla crecer hacia la plena comunión con los demás cristianos. La oración debe tener prioridad. Acción d egracias ya que no nos presentamos a esta cita con las manos vacías. Con la esperanza en el Espíritu; Él nos concede lucidez, fuerza y valor para dar los pasos necesarios (n. 102).
Consideración final para cada día
La Iglesia pide al Espíritu la gracia de reforzar su propia unidad y de hacerla crecer hacia la plena comunión con los demás cristianos. La oración debe tener prioridad. Acción d egracias ya que no nos presentamos a esta cita con las manos vacías. Con la esperanza en el Espíritu; Él nos concede lucidez, fuerza y valor para dar los pasos necesarios (n. 102).
Día 18 (1º): La unidad apremia a la Iglesia
Ut unum sint! Resuena con
fuerza cada vez mayor en el corazón de los creyentes (n. 1). Con el Concilio
Vaticano II la Iglesia católica se ha comprometido de modo irreversible a
recorrer el camino de la acción ecuménica (n. 3) con decisión, convicción y
fuerza (n. 8).
Día 19 (2º): La unidad está en el designio de Dios
La
comunión de las iglesias es un requisito esencial –en el designio de Dios- para
la comunión plena y visible (n. 97).
Esta
unidad no es accesoria, sino que está en el centro mismo de su obra (n.
80).
El
ecumenismo no es sólo mero apéndice que se añade a la actividad tradicional de
la Iglesia (n. 20).
No es
un hecho facultativo o de oportunidad, sino una exigencia que nace de la misma
naturaleza de la comunidad cristiana (n. 49).
Día 20 (3º): La unidad es necesaria para la evangelización
“Que ellos sean uno en nosotros
para que el mundo crea”. La división de los cristianos está en
contradicción con la verdad que ellos tienen, la misión de difundir… ¿cómo
anunciar el Evangelio de la reconciliación sin comprometerse al mismo tiempo en
la obra de la reconciliación de los cristianos? (n. 98).
Pienso en el grave obstáculo que
la división constituye para el anuncio del Evangelio. Se trata de uno de los
imperativos de la caridad. No es sólo una cuestión interna. Que la unidad
llegue a ser un signo siempre más luminoso de esperanza y de consuelo para toda
la humanidad (n. 99).
Día 21 (4º): Cargar con la propia responsabilidad en la ruptura
Reconocer
juntos con sincera y total objetividad los errores cometidos y los factores
contingentes que intervinieron en el origen de sus lamentables separaciones. La
conversión de los corazones y la oración llevarán a la necesaria purificación
de la memoria histórica, con la gracia del Espíritu Santo, animados por el
amor, por la fuerza de la verdad y por la voluntad sincera de perdonarse
mutuamente y reconciliarse (n. 2).
La Iglesia no olvida que muchos
en su seno ofuscan el designio de Dios; no ignora la “culpa de los hombres por
ambas partes” (n. 11).
Día 22 (5º): Conocimiento mutuo de los dones de Dios
Fuera de la Comunidad Católica no
existe el vacío eclesial. Muchos elementos de gran valor (eximia) que son parte de los medios de salvación y de los dones de
gracia, se encuentran en las otras Comunidades cristianas (n. 13).
El diálogo es siempre un
intercambio de dones (n. 28).
Ya no se consideran como enemigos
o extranjeros sino hermanos y hermanas (n. 42).
Es justo y saludable reconocer
las riquezas de Cristo y las obras de virtud en la vida de los otros que dan
testimonio de Cristo (n. 47).
Día 23 (6º): No se trata de “estar de acuerdo” en la doctrina
No se trata de poner juntas todas
las riquezas diseminadas en las Comunidades cristianas a fin de llegar a la
Iglesia deseada por Cristo. Los elementos de esta Iglesia ya existen, juntos en
su plenitud, en la Iglesia Católica (n. 14).
Debe evitarse absolutamente toda
forma de reduccionismo o de fácil “estar de acuerdo” (n. 36).
El ecumenismo implica que esté
verdaderamente presente todo el contenido y todas las exigencias de la
“herencia transmitida por los Apóstoles”. Sin eso, la plena comunión no será
posible (n. 78).
Día 24 (6º): Múltiples ámbitos de colaboración mutua
El diálogo es un instrumento
natural para confrontar puntos de vista, examinar divergencias que
obstaculizan, afrontar las subjetivas dificultades teológicas, culturales,
psicológicas y sociales (n. 36).
Será de gran ayuda atenerse
metodológicamente a la distinción entre el depósito de la fe y la formulación
con que se expresa, como recordaba el papa Juan XXIII en el discurso
pronunciado en la apertura del Concilio Vaticano II (n. 80).
El ecumenismo exige desde ahora
cualquier colaboración práctica en los diversos ámbitos: pastoral, cultural,
social, e incluso en el testimonio del mensaje del Evangelio… es una epifanía de Cristo mismo (n. 40).
Adoptan conjuntamente posiciones
sobre problemas importantes que afectan a la vocación humana, la libertad, la
justicia, la paz y el futuro del mundo… elementos constitutivos de la misión
cristiana… para humanizar las condiciones sociales de vida, para consolidar la
paz en el mundo (n. 74).
Día 25 (y 8º): El alma del ecumenismo es la oración
El amor es artífice de comunión
entre las personas y las comunidades. El amor se dirige a Dios como fuente
perfecta de comunión para encontrar la fuerza de suscitar esta misma comunión
–la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo-, entre las personas y
entre las comunidades. En la oración nos reunimos en nombre de Cristo que es
Uno. Deberíamos volver siempre a reunirnos en el Cenáculo del Jueves Santo, en
la única celebración de la Eucaristía (n. 23).
Ciertamente a causa de las
divergencias relativas a la fe, no es posible todavía concelebrar la misma
liturgia eucarística (n. 45).
No hay comentarios:
Publicar un comentario